jueves, 19 de noviembre de 2009

Pep

Foto: AP.


En 1986, los diarios catalanes publicaban la fotografía de un flacucho recogebolas del Camp Nou que celebraba como suyo el acceso del FC Barcelona a la final de la Copa de Europa. Con los años, ese adolescente se convirtió en uno de los grandes referentes del barcelonismo, en el máximo representante de una idea futbolística admirada en todo el mundo. Recogió veneración, trofeos, medallas, moretones y, luego de 11 años en el primer equipo, dejó el brazalete de capitán y se fue a Italia. Vivió en Qatar, descendió a la primera división A en México, pasó largas noches tratando de demostrar que nunca consumió sustancias ilegales y, finalmente, en 2007 regresó a casa. Josep Guardiola volvió al FC Barcelona sin estruendo. Lo esperaba un grupo de jóvenes talentosos que soñaban con llegar algún día al primer equipo. Su primer trabajo fue hacerlos conscientes de su realidad: no eran más un grupo de muchachos de tercera división (en realidad, cuarta; en la liga española hay primera, segunda, segunda b y tercera). Y aunque su trayectoria como jugador lo había convertido en un ídolo para muchos de ellos, también lo dejó claro: era un entrenador de tercera. Y nada más. Se gastó buena parte de su sueldo (de tercera) en pagar comidas y festejos para los chicos después de cada tres partidos ganados consecutivamente. Antes de que concluyera la temporada, Frank Rijkaard, el artífice de un equipo que tocó el cielo de París con la consecución de la segunda Liga de Campeones del Club, estaba sentenciado a salir del club luego de dos temporadas desastrosas. Y las miradas se dirigían al banquillo del equipo líder de la tercera división, donde Guardiola y sus chicos demostraban que estaban listos para dejar de ser de “tercera”. Era líder general y se preparaba para afrontar la liguilla de ascenso, pero el entrenador nunca se desentendió de su responsabilidad a pesar de haber sido nombrado comandante del primer equipo. Y justo el día en que nacía su tercera hija, el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, lo buscó en el hospital y le ofreció hacerse cargo del primer equipo, que llevaba dos años sin ganar títulos.
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Era lento y frágil. Anotaba pocos goles y son escasos los regates que se le recuerdan. Pero cuando tocaba la pelota en las inmediaciones del círculo central su equipo jugaba a una velocidad que casi siempre daba vértigo a sus rivales. Desde que Johan Cruyff, la máxima deidad blaugrana, le inventó un sitio en el equipo que encandiló el mundo a principios de la década de 1990, Guardiola fue uno de los referentes fundamentales de un juego espectacular en el que la técnica y la inteligencia vencían a la fuerza. Así ganó la Copa de Europa de 1992 (la última edición del torneo con ese nombre, posteriormente llamado Liga de Campeones) contra la Fiorentina.Ganó seis ligas, dos Copas del Rey, cuatro Supercopas de España, una Copa de Europa, una Recopa de Europa y dos Supercopas de Europa con el Barcelona. También conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1992 representando a España.
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Una lesión crónica de los isquiotibiales y otras dolencias le impidieron participar en dos Mundiales, y sólo pudo disputar el de 1994. En 2001, luego de graves problemas internos del FC Barcelona, Guardiola abandonó el club de sus amores. Tenía claro que nunca jugaría en otro equipo de la liga española, por lo que escuchó ofertas del extranjero. Estuvo a punto de enrolarse en el Manchester United, en el Juventus y en el Inter, pero su fichaje nunca se concretó. Finalmente aceptó una oferta del modesto Brescia, en el que fue factor determinante, junto con Roberto Baggio, para que el club no descendiera. La afición del pequeño club lo adoró por su calidad, su técnica y sus exquisitas maneras.
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El 21 de octubre de 2001, la prensa italiana anunciaba que Guardiola había consumido nandrolona, un esteroide utilizado por algunos deportistas para incrementar la masa muscular. Además de Guardiola, los holandeses Jaap Stam y Edgar Davis, también ilustres del calcio, fueron acusados de consumir esta sustancia. La noticia sacudió el futbol mundial por la trascendencia de Guardiola, un hombre cuya conducta en los terrenos había sido siempre intachable, y era admirado y reconocido por aficionados, compañeros y rivales. La justicia deportiva lo suspendió por cuatro meses y le impuso una multa de 50 mil euros. Cumplida la suspensión, regresó a las canchas, pero se comprometió a demostrar su inocencia. En 2005, cuando jugaba en Qatar, la justicia civil lo condenó a siete meses de prisión, aunque no fue encarcelado porque no tenía antecedentes penales. Fue contratado por el Roma, pero Fabio Capello, entonces entrenador del equipo de la capital italiana, no contó para él (antes de dirigir la final de la Champions en el estadio Olímpico de Roma, Pep declaró sin rubor que conocía más el banquillo que la cancha del inmueble). Y volvió a Brescia.Probó el exotismo del multimillonario cementerio de elefantes de Qatar donde compartió canchas con otros históricos como Fernando Hierro y Gabriel Batistuta. En su largo exilio de Cataluña, Guardiola se concentró en preparar su futuro y limpiar su pasado. Pasó innumerables noches estudiando derecho deportivo, química y fisiología para demostrar su inocencia y disipar cualquier sospecha sobre su intachable trayectoria.Cuando pensaba en el retiro y en dedicarse a labores directivas en el Barcelona, su amigo Juan Manuel Lillo le pidió ayuda para evitar el descenso a la primera división A (segunda) de los Dorados de Sinaloa, en México. Su lealtad lo hizo ponerse a trabajar en el medio campo de un club sin tradición en México, en un clima inhóspito, en un futbol irregular y de manejos sospechosos. Su equipo descendió, y Pep declaró que si bien la cabeza y el corazón le pedían seguir, las piernas ya no le respondían. Y volvió a casa.

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En su primer año como entrenador del primer equipo, Josep Guardiola i Sala ha conseguido algo sin precedentes: ganó la Liga española, la Copa del Rey y la Liga de Campeones de Europa, lo máximo a lo que aspira un equipo que compite en España. Pero su repercusión ha trascendido el ámbito de los trofeos. El FC Barcelona ha conquistado por un estilo identificable, admirado y envidiado en todo el mundo.Acostumbrados a ser víctimas de la grandeza y los títulos del Real Madrid; exigentes desde que Cruyff impusiera el canon futbolístico azulgrana; intolerantes ante los más pequeños fracasos, los aficionados del Barcelona disfrutan hoy el futbol más espectacular del mundo con base en jugadores criados en las fuerzas inferiores del club: Messi, Iniesta, Puyol, Piqué, Valdés, Busquets (uno de sus chicos “de tercera) y, sobre todo, Xavi Hernández. La elegancia, la técnica exquisita y la búsqueda permanente de la portería rival convierten cada partido del Barcelona en un verdadero festival, en un tremendo ejercicio de fantasía, en la materialización del ideal futbolístico.
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La justicia deportiva y la justicia civil han exonerado completamente a Guardiola. Es decir, aceptaron que nunca hizo trampa para tener mayor rendimiento en la cancha. Su esfuerzo fructificó.


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El entrenador “de tercera” es hoy el mejor del mundo.

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