sábado, 28 de noviembre de 2009

La fiesta perpetua del Mágico

Si usted tomó un taxi en la ciudad de Houston en el año 2000, es probable que lo condujera a su destino el entonces segundo entrenador del equipo de futbol Houston Dynamo, el aún hoy añorado ídolo del español Cádiz FC, el máximo dador de alegrías de El Salvador.
Jorge Alberto González Barillas (San Salvador, 13 de marzo de 1958) eludía defensas y porteros con la misma naturalidad con la que esquivaba los entrenamientos y las responsabilidades inherentes a su posición de ídolo.
Un comentarista deportivo lo apodó “Mago” después de una exhibición de su talento. Partía desde la media cancha, regateaba a quien se le paraba enfrente con movimientos asombrosos, dignos más de un prestidigitador más que de un futbolista, y luego se iba de juerga hasta el siguiente partido.
Llegó a la primera categoría de su país en 1979, y a partir de entonces, su carrera llegó hasta donde se lo permitieron sus ansias de fiesta y de amor.
Luego de la participación de su país en el Mundial de 1982, González estuvo a punto de fichar por el Paris St. Germain, pero decidió no presentarse a la cita definitiva bajo el argumento de que era demasiado compromiso. Entonces aceptó la oferta de un equipo de la segunda división de España, el Cádiz FC.
Al poco tiempo de su debut, la prensa deportiva española cambió su apodo por el de “Mágico”, y él decidió que su alegría vital era más importante que el dinero que le pagaba su club: González acostumbraba frecuentar fiestas y, al terminar éstas, recluirse en su casa acompañado por las mujeres que no se resistían a su desenfrenada simpatía.
El club, atento a la vida disipada de su estrella, le imponía multas económicas que el Mágico pagaba sin chistar, y lo castigaba con no dejarlo jugar el partido posterior a su última parranda, pero el enfado multitudinario del estadio Ramón de Carranza y los malos resultados del equipo sin él hacían reconsiderar la decisión: entonces el Mago tomaba el balón, se enfilaba rumbo a la portería rival y se resarcía de pecados cometidos y por cometer.
“Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Sólo juego por divertirme”, decía.
González no jugó en el Barcelona junto a Maradona porque, durante una gira del club por Estados Unidos, permaneció recluido en su habitación (acompañado por una mujer) mientras sonaban las alarmas de incendio del hotel. Luego de su periplo europeo (perteneció también al Valladolid), González regresó a su país, y jugó hasta los 42 años de edad. En 2001 fue nombrado Hijo Meritísimo de El Salvador, y se le puso su nombre a un estadio.
Tristemente, se le recuerda más por lo que dejó de hacer, aunque lo que hizo… fue magia.




Genialidades del Mágico González
http://www.youtube.com/watch?v=30ttoUguY6s&feature=fvw

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