sábado, 28 de noviembre de 2009

La guerra del futbol

Amelia Bolaños tenía 18 años cuando se disparó en el corazón con el revólver de su padre. Unos momentos antes, Roberto Cardona anotó el gol con el que Honduras venció a El Salvador en el primero de los tres partidos que ambas selecciones disputaron para clasificar al mundial de 1970. A su funeral acudieron el presidente de la república, los futbolistas que perdieron el partido y miles de salvadoreños que honraban a la chica que “no pudo resistir que su patria fuera obligada a arrodillarse” (así la describió un periódico de San Salvador), y cuyo ataúd iba cubierto por la bandera nacional.
Antes de ese partido, los aficionados hondureños recibieron a los futbolistas del país vecino con una de las habituales “bienvenidas” centroamericanas: el hotel en el que se hospedaron los salvadoreños fue rodeado por miles de personas que se encargaron de hacer estrépito toda la noche para impedirles dormir.
Para el partido de vuelta, a celebrarse en el estadio Flor Blanca (hoy llamado “Mágico” González), los salvadoreños correspondieron con creces la hostilidad que sufrieron sus futbolistas en Tegucigalpa: rompieron las ventanas del hotel de los hondureños y echaron animales muertos y huevos podridos a las habitaciones. Ya en el estadio, quemaron la bandera hondureña y, en su lugar, fue izado un trapo sucio. Los aterrados futbolistas hondureños perdieron el partido 3-0 y sus seguidores fueron apedreados y golpeados. Casi 200 automóviles hondureños quedaron destrozados por los iracundos salvadoreños que portaban estandartes con la imagen de Amelia Bolaños. La frontera entre ambos países fue cerrada. Un avión salvadoreño bombardeó Tegucigalpa al día siguiente del partido, y comenzó la guerra.
El periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski bautizó este conflicto bélico entre dos de los países más pobres de Latinoamérica como “la guerra del futbol”. El motivo real de la conflagración no fue el futbol, pero éste catalizó las tensiones preexistentes entre ambos países a causa de una reforma agraria emprendida por el gobierno de Honduras para dotar de tierras a sus campesinos quitándoselas a los migrantes salvadoreños y, por consecuencia, obligándolos a regresar a El Salvador, donde no tenían nada.
La guerra del futbol, bautizada así por el periodista Ryszard Kapuscinski, duró cien horas y dejó seis mil muertos, veinte mil heridos y 50 mil personas sin casa. El breve y sangriento conflicto terminó sin vencedor, pero los gobiernos de ambos países se quedaron muy contentos de aparecer en las noticias mundiales.
El partido definitivo para clasificar al mundial de México 1970 fue en México, y lo ganó El Salvador 3-2. Se dice que Amelia Bolaños pudo descansar en paz.

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