jueves, 19 de noviembre de 2009

El corazón no balcánico del balcánico Velibor


Foto: Cuartoscuro.


Yugoslavia explotó a principios de la década de 1990. De entre sus vísceras emergieron Eslovenia, Croacia, Montenegro, Macedonia, Bosnia-Herzegovina, Serbia y, apenas en 2008Kosovo ser autoproclamó independiente de Serbia (la comunidad internacional no ha reconocido oficialmente la escisión). Tan sangrienta y dolorosa ha sido la historia de Yugoslavia y de sus vecinos en la península de los Balcanes, que al desmembramiento de un país en territorios o comunidades enfrentados se le conoce como “balcanización”.

Velibor Milutinovic nació en 1945 en la ciudad serbia de Bajina Basta. Debutó como futbolista en el Partizán, y apenas tres años después comenzó el larguísimo peregrinaje que hoy, 40 años después, aún continúa. En 10 años de carrera como futbolista jugó en clubes de Yugoslavia, Mónaco, Francia, Suiza y México, además de ser integrante de la selección nacional de su país. Colgó las botas jugando para los Pumas de la UNAM, club en el que fue campeón, y pocos años después se coronó nuevamente con el equipo universitario, esta vez como entrenador (“el mejor equipo que he tenido”, asegura).

Nombrado técnico de la selección nacional de México, dirigió a los verdes en el Mundial de 1986, en el que cayeron en cuartos de final (desde entonces, ningún representativo mexicano ha llegado a esta instancia). Concluida su primera aventura en México, dirigió en Argentina al San Lorenzo de Almagro y en Italia al Udinese, e inmediatamente después continuó su increíble periplo mundialista. En Italia 90 dirigió a Costa Rica, con la que superó la fase de grupos (“¡Cómo pudimos llegar tan lejos!”, aún se pregunta). Luego lo eligieron los gringos para dirigir a su selección en el Mundial celebrado en Estados Unidos (llegó a cuartos de final), y volvió a México para un paso fugaz por la selección, durante el que se hizo famosa su frase “yo respeta”.

En 1998, Nigeria tenía equipo integrado por magníficos jugadores, pero su técnico los había abandonado. Entonces llegó Bora, convencido de que podría ganar el Mundial de Francia. No sucedió así, pero queda para el recuerdo el brillante triunfo de Nigeria ante España. Bora consiguió que China calificara al Mundial de 2002, por lo que los chinos le construyeron un monumento. Dirigió en la MLS, tomó la selección de Honduras, luego la de Jamaica, un club de Arabia Saudita y, por último, la selección de Irak, con la que trabajó en la recién disputada Copa Confederaciones.

Mientras la antigua Yugoslavia continúa desangrándose en cruentas guerras para convertirse en el mayor número posible de naciones, el corazón del técnico políglota (habla serbio, español, inglés, fracés e italiano) ha optado por crecer para dar cabida a todos los países en los que ha trabajado.

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