viernes, 27 de noviembre de 2009

El partido más hermoso del siglo

Cuando el árbitro señaló el final del partido, los de rojo, abatidos, se dejaron caer en el césped y soltaron un amargo llanto, indiferentes a la monumental fiesta del estadio de Daegu. A diferencia de los partidos por el tercer lugar de los mundiales de Estados Unidos 94 y Francia 98, insípidos, de un solo color, el disputado el 29 de junio de 2002 en el estadio de Daegu, Corea del Sur, fue vibrante y pasó a la historia por la calidad del juego, la voracidad ofensiva y la honestidad de los contendientes.
Gracias a un juego emotivo y a los favores de los árbitros, los coreanos se plantaron en semifinales dejando en el camino a Italia y España, pero la pegada de los alemanes terminó con la posibilidad de que el hasta entonces intrascendente equipo coreano, dirigido por el holandés Gus Hiddink, se plantara en la final de su mundial.
Los turcos, anárquicos, talentosos y jugando al límite, perdieron contra Brasil en el partido de la fase de grupos a pesar de su mejor desempeño; en octavos de final echaron a los japoneses anfitriones, y en cuartos despacharon a los sorprendentes senegaleses. En semifinales, los dirigidos por ªenol Güneº otra vez fueron superiores a Brasil, pero Ronaldo era mucho Ronaldo, y los sudamericanos pasaron a la final.
Turcos y coreanos habían hecho historia al llegar hasta las semifinales y, conscientes de que era su momento de gloria, se disputaron el tercer lugar mediante un partido espectacular. Cuatro goles en apenas 32 minutos fueron la incontestable evidencia de la vistosidad del partido: Hakan ªükür requirió 11 segundos para anotar el gol más rápido en la historia de las copas del mundo, nueve minutos después empató el coreano Eul-Yong Lee, e Ýlhan Mansýz, en los minutos 13 y 32, puso cifras que parecían definitivas.
A partir de entonces, los coreanos encabezaron una furiosa ofensiva que chocó una y otra vez con el magnífico portero turco Rüºtü Recber, posteriormente contratado por el Barcelona, y los euroasiáticos contestaban con demoledores contraataques encabezados por el capitán Hakan Þükür y por Emre Belözoðlu. Cada jugada era peligro de gol. El árbitro kuwaití Saad Mane sólo tuvo que amonestar a tres futbolistas.
A pesar de la borrachera de acciones de gol, de los despistes defensivos y de jugadas para la antología, el marcador ya no se movió hasta el minuto 93, cuando Chong-Gug Song anotó el definitivo 3-2.
El público, enloquecido, ovacionaba el grandioso espectáculo que dieron ambos equipos. Los futbolistas locales, abatidos, ni siquiera podían levantarse del césped mientras los turcos festejaban su histórico triunfo. De repente, los euroasiáticos detuvieron su celebración, contemplaron la triste imagen de los coreanos. Los levantaron, los abrazaron y, cariñosamente, los llevaron a recibir el rabioso aplauso que las tribunas les propinaban.
Ese día, el abrazo entre turcos y coreanos de cara al público convirtió en sublime un espectáculo que superó todas las expectativas.
http://www.youtube.com/watch?v=A9n5PU3g1zk

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