sábado, 28 de noviembre de 2009

De tragedias y sustitutos

Romario de Souza y el joven Ronaldo Nazario habrían formado una de las delanteras más temibles en la historia de las copas del mundo, pero Romario se fue a jugar futbol a la playa con sus amigos y se lesionó unos días antes del mundial de Francia 1998. El melodrama que se montó a continuación, con Romario rogándole al entrenador Mario Zagallo que lo incluyera en la lista, las dudas de éste y la rotunda negativa de Zico, director de selecciones nacionales, se resolvió con la exclusión del genial delantero. En una lacrimosa rueda de prensa, Romario anunció que no jugaría el Mundial, y en su lugar fue llamado Emerson Ferreira.
Emerson era un duro mediocampista defensivo que jugaba en el Bayer Leverkusen alemán. Su enorme despliegue físico, su contundencia en el robo de la pelota y su disciplina e inteligencia táctica lo llevaron al futbol europeo a los 21 años, tras ganar una Copa Libertadores, una Recopa Sudamericana, un Campeonato Brasilero, dos Copas de Brasil y un Campeonato Gaúcho con el Gremio de Porto Alegre.
En Europa tuvo una destacada trayectoria. Luego de tres temporadas en el futbol alemán, fue contratado por el Roma italiano, donde ganó una Liga y una Súper Copa, después se fue al Juventus y, luego del descenso del equipo turinés debido a arreglos de partidos, fue traspasado al Real Madrid, donde obtuvo una Liga española. En 2007 se fue al Milán, donde conquistó un Mundial de Clubes y una Súper Copa Europea. Luego regresó a Brasil.
A partir de su participación en Francia 1998, Emerson se hizo indiscutible en la selección brasileña, con la que ganó la Copa América de 1999. Su capacidad y su liderazgo le dieron la capitanía del equipo.
En 2002, la selección brasileña se entrenaba en el lejano Oriente antes de la Copa del Mundo de 2002, celebrada en Corea y Japón. A pesar de la presión, el equipo brasileño vivía días esperanzadores. Capitaneado por Emerson; encomendado al demoledor talento Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho; empujado por el incombustible Cafú; dirigido por el experimentado Luiz Felipe Scolari, Brasil partía con algo más que su habitual etiqueta de favorito.
Mientras futbolistas de otras selecciones sufrían trágicas lesiones, Brasil estaba tranquilo. Tanto, que Scolari visitó una iglesia de la ciudad surcoreana de Ulsan para agradecer a Dios el privilegio de contar con todos sus futbolistas en condiciones antes del torneo.
Unas horas después de la visita a la iglesia, el capitán Emerson se puso de portero en una cascarita y se dislocó el hombro. Así, el sustituto de Romario cuatro años antes debido a una desafortunada lesión, tuvo que dejar el equipo que. Como en Francia, Brasil llegó a la final. Pero en Corea-Japón sí la ganó. La mala suerte de Romario hizo a Emerson subcampeón mundial; su propio infortunio lo dejó sin levantar el máximo trofeo
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La guerra del futbol

Amelia Bolaños tenía 18 años cuando se disparó en el corazón con el revólver de su padre. Unos momentos antes, Roberto Cardona anotó el gol con el que Honduras venció a El Salvador en el primero de los tres partidos que ambas selecciones disputaron para clasificar al mundial de 1970. A su funeral acudieron el presidente de la república, los futbolistas que perdieron el partido y miles de salvadoreños que honraban a la chica que “no pudo resistir que su patria fuera obligada a arrodillarse” (así la describió un periódico de San Salvador), y cuyo ataúd iba cubierto por la bandera nacional.
Antes de ese partido, los aficionados hondureños recibieron a los futbolistas del país vecino con una de las habituales “bienvenidas” centroamericanas: el hotel en el que se hospedaron los salvadoreños fue rodeado por miles de personas que se encargaron de hacer estrépito toda la noche para impedirles dormir.
Para el partido de vuelta, a celebrarse en el estadio Flor Blanca (hoy llamado “Mágico” González), los salvadoreños correspondieron con creces la hostilidad que sufrieron sus futbolistas en Tegucigalpa: rompieron las ventanas del hotel de los hondureños y echaron animales muertos y huevos podridos a las habitaciones. Ya en el estadio, quemaron la bandera hondureña y, en su lugar, fue izado un trapo sucio. Los aterrados futbolistas hondureños perdieron el partido 3-0 y sus seguidores fueron apedreados y golpeados. Casi 200 automóviles hondureños quedaron destrozados por los iracundos salvadoreños que portaban estandartes con la imagen de Amelia Bolaños. La frontera entre ambos países fue cerrada. Un avión salvadoreño bombardeó Tegucigalpa al día siguiente del partido, y comenzó la guerra.
El periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski bautizó este conflicto bélico entre dos de los países más pobres de Latinoamérica como “la guerra del futbol”. El motivo real de la conflagración no fue el futbol, pero éste catalizó las tensiones preexistentes entre ambos países a causa de una reforma agraria emprendida por el gobierno de Honduras para dotar de tierras a sus campesinos quitándoselas a los migrantes salvadoreños y, por consecuencia, obligándolos a regresar a El Salvador, donde no tenían nada.
La guerra del futbol, bautizada así por el periodista Ryszard Kapuscinski, duró cien horas y dejó seis mil muertos, veinte mil heridos y 50 mil personas sin casa. El breve y sangriento conflicto terminó sin vencedor, pero los gobiernos de ambos países se quedaron muy contentos de aparecer en las noticias mundiales.
El partido definitivo para clasificar al mundial de México 1970 fue en México, y lo ganó El Salvador 3-2. Se dice que Amelia Bolaños pudo descansar en paz.

Emilio Fernando Alonso y la cultura nacional

Antes de Wikipedia, millones de mexicanos nos enteramos de que el nombre Albania proviene del latín “albus” (blanco), y que alude a la nieve que corona las altas montañas de este pequeño país de la península balcánica; también supimos el significado del águila bicéfala que ocupa el centro de su bandera, y se nos reveló que los actuales albaneses descienden de los antiguos ilirios, pueblo guerrero del oriente de Europa. Esta lección de historia y geografía, como tantas otras, no nos llegó de la televisión cultural ni de un sofisticado concurso de conocimientos, sino de un vulgar partido amistoso entre las selecciones nacionales de futbol de México y Albania, a principios de la década, narrado por Emilio Fernando Alonso.
Un día después de narrar el partido de ida de la final del futbol mexicano (Tecos vs América), en mayo de 2005, Emilio Fernando Alonso sufrió un derrame cerebral que estuvo a punto de matarlo. Hasta antes de ese fatídico día, los aficionados al futbol mexicano disfrutamos de su poderosa voz, de su dicción impecable, de su enorme conocimiento del futbol nacional e internacional y de su vocación de difusor de la cultura.
Mientras la pelota se paseaba lejos de las porterías y los futbolistas se empeñaban en motivar a los seguidores a cambiar de canal o de deporte preferido, Emilio, licenciado en historia, narraba fragmentos de la historia de la ciudad en la que se disputaba el partido, aportaba datos sobre la localidad natal del capitán del equipo visitante o impartía una breve cátedra sobre la gastronomía del país que en ese momento se jugaba su pase a cuartos de final de un torneo internacional.
Luego del derrame cerebral que casi le costó la vida, miles de personas rezaron por su pronto restablecimiento. A finales de ese mismo año, y luego de un difícil y doloroso proceso terapéutico, Emilio regresó a trabajar. Su arribo al estudio de Televisión Azteca durante una transmisión de “Los Protagonistas” fue un suceso conmovedor: José Ramón Fernández, llorando copiosamente, lo recibió, lo abrazó y lo besó, mientras el público se regocijaba con la posibilidad de volver a disfrutar de su talento. Sin embargo, perdió su lugar como lugar como narrador principal de la televisora del Ajusco.
Entre la enorme frivolidad y la estupidez de muchos profesionales de las transmisiones del futbol mexicano, el hueco que dejó Emilio, ahora convertido en analista de los partidos, se agranda cada vez más.
Su completo restablecimiento para que ocupe el lugar que por talento, dedicación y carisma le corresponde, no sólo le atañe a él y a su familia: es un asunto de educación y cultura nacional.

La fiesta perpetua del Mágico

Si usted tomó un taxi en la ciudad de Houston en el año 2000, es probable que lo condujera a su destino el entonces segundo entrenador del equipo de futbol Houston Dynamo, el aún hoy añorado ídolo del español Cádiz FC, el máximo dador de alegrías de El Salvador.
Jorge Alberto González Barillas (San Salvador, 13 de marzo de 1958) eludía defensas y porteros con la misma naturalidad con la que esquivaba los entrenamientos y las responsabilidades inherentes a su posición de ídolo.
Un comentarista deportivo lo apodó “Mago” después de una exhibición de su talento. Partía desde la media cancha, regateaba a quien se le paraba enfrente con movimientos asombrosos, dignos más de un prestidigitador más que de un futbolista, y luego se iba de juerga hasta el siguiente partido.
Llegó a la primera categoría de su país en 1979, y a partir de entonces, su carrera llegó hasta donde se lo permitieron sus ansias de fiesta y de amor.
Luego de la participación de su país en el Mundial de 1982, González estuvo a punto de fichar por el Paris St. Germain, pero decidió no presentarse a la cita definitiva bajo el argumento de que era demasiado compromiso. Entonces aceptó la oferta de un equipo de la segunda división de España, el Cádiz FC.
Al poco tiempo de su debut, la prensa deportiva española cambió su apodo por el de “Mágico”, y él decidió que su alegría vital era más importante que el dinero que le pagaba su club: González acostumbraba frecuentar fiestas y, al terminar éstas, recluirse en su casa acompañado por las mujeres que no se resistían a su desenfrenada simpatía.
El club, atento a la vida disipada de su estrella, le imponía multas económicas que el Mágico pagaba sin chistar, y lo castigaba con no dejarlo jugar el partido posterior a su última parranda, pero el enfado multitudinario del estadio Ramón de Carranza y los malos resultados del equipo sin él hacían reconsiderar la decisión: entonces el Mago tomaba el balón, se enfilaba rumbo a la portería rival y se resarcía de pecados cometidos y por cometer.
“Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Sólo juego por divertirme”, decía.
González no jugó en el Barcelona junto a Maradona porque, durante una gira del club por Estados Unidos, permaneció recluido en su habitación (acompañado por una mujer) mientras sonaban las alarmas de incendio del hotel. Luego de su periplo europeo (perteneció también al Valladolid), González regresó a su país, y jugó hasta los 42 años de edad. En 2001 fue nombrado Hijo Meritísimo de El Salvador, y se le puso su nombre a un estadio.
Tristemente, se le recuerda más por lo que dejó de hacer, aunque lo que hizo… fue magia.




Genialidades del Mágico González
http://www.youtube.com/watch?v=30ttoUguY6s&feature=fvw

viernes, 27 de noviembre de 2009

El partido más hermoso del siglo

Cuando el árbitro señaló el final del partido, los de rojo, abatidos, se dejaron caer en el césped y soltaron un amargo llanto, indiferentes a la monumental fiesta del estadio de Daegu. A diferencia de los partidos por el tercer lugar de los mundiales de Estados Unidos 94 y Francia 98, insípidos, de un solo color, el disputado el 29 de junio de 2002 en el estadio de Daegu, Corea del Sur, fue vibrante y pasó a la historia por la calidad del juego, la voracidad ofensiva y la honestidad de los contendientes.
Gracias a un juego emotivo y a los favores de los árbitros, los coreanos se plantaron en semifinales dejando en el camino a Italia y España, pero la pegada de los alemanes terminó con la posibilidad de que el hasta entonces intrascendente equipo coreano, dirigido por el holandés Gus Hiddink, se plantara en la final de su mundial.
Los turcos, anárquicos, talentosos y jugando al límite, perdieron contra Brasil en el partido de la fase de grupos a pesar de su mejor desempeño; en octavos de final echaron a los japoneses anfitriones, y en cuartos despacharon a los sorprendentes senegaleses. En semifinales, los dirigidos por ªenol Güneº otra vez fueron superiores a Brasil, pero Ronaldo era mucho Ronaldo, y los sudamericanos pasaron a la final.
Turcos y coreanos habían hecho historia al llegar hasta las semifinales y, conscientes de que era su momento de gloria, se disputaron el tercer lugar mediante un partido espectacular. Cuatro goles en apenas 32 minutos fueron la incontestable evidencia de la vistosidad del partido: Hakan ªükür requirió 11 segundos para anotar el gol más rápido en la historia de las copas del mundo, nueve minutos después empató el coreano Eul-Yong Lee, e Ýlhan Mansýz, en los minutos 13 y 32, puso cifras que parecían definitivas.
A partir de entonces, los coreanos encabezaron una furiosa ofensiva que chocó una y otra vez con el magnífico portero turco Rüºtü Recber, posteriormente contratado por el Barcelona, y los euroasiáticos contestaban con demoledores contraataques encabezados por el capitán Hakan Þükür y por Emre Belözoðlu. Cada jugada era peligro de gol. El árbitro kuwaití Saad Mane sólo tuvo que amonestar a tres futbolistas.
A pesar de la borrachera de acciones de gol, de los despistes defensivos y de jugadas para la antología, el marcador ya no se movió hasta el minuto 93, cuando Chong-Gug Song anotó el definitivo 3-2.
El público, enloquecido, ovacionaba el grandioso espectáculo que dieron ambos equipos. Los futbolistas locales, abatidos, ni siquiera podían levantarse del césped mientras los turcos festejaban su histórico triunfo. De repente, los euroasiáticos detuvieron su celebración, contemplaron la triste imagen de los coreanos. Los levantaron, los abrazaron y, cariñosamente, los llevaron a recibir el rabioso aplauso que las tribunas les propinaban.
Ese día, el abrazo entre turcos y coreanos de cara al público convirtió en sublime un espectáculo que superó todas las expectativas.
http://www.youtube.com/watch?v=A9n5PU3g1zk

Enfermo de futbol


Luego de perder la final de la Liga de Campeones contra el Barcelona, el laureado Alex Ferguson, entre compungido y admirado, declaró: “Xavi no sabe lo que es irse a la cama después de perder un balón”.
En sus escasos 170 centímetros de estatura anida toda una religión cuyo objeto sagrado, el balón, ha de poseer a toda costa. Sin ser el más rápido llega antes que todos al encuentro del esférico, y cuando los rivales creen que lo han cazado, que lo van a despojar de su fetiche, Xavi ya les dio la vuelta, lo pasó a un compañero, lo recibió otra vez y puso un pase de gol.
Cuando Xavier Hernández Creus (Terrassa, 1980) era niño, su madre lo enviaba a comprar el pan de la familia, pero el pequeño se metía en algún partidillo y, cuando por fin llegaba a la panadería, ésta ya había cerrado. Es un enfermo confeso de futbol.
Su debut en el primer equipo, en 1998, ocurrió luego de una desafortunada lesión de Josep Guardiola, su ídolo. Hizo su trabajo con tanta eficiencia y pulcritud que aficionados y periodistas catalanes pretendieron borrar al gran Pep para darle su lugar al chico de 18 años. Lejos de halagarlo, ese debate molestó enormemente a Xavi, pues lo que más deseaba era jugar al lado de Guardiola para seguir aprendiendo. Y aprendió mucho.
En mayo de 2008, hartos de verlo tocar una y otra vez la pelota, de intentar infructuosamente que ésta llegara con ventaja a los alicaídos delanteros del equipo, algunos le llamaron “el cáncer del Barça”. El estrepitoso derrumbe de un equipo que había cautivado en 2006 exigía que rodaran cabezas, y hubo quienes se atrevieron a pedir la del minúsculo centrocampista que entonces se estrellaba invariablemente contra la apatía y la indolencia de un grupo harto de ganar. Pero Xavi ya tenía una década de experiencia en el Barça, y sabía que los triunfos volverían.
La llegada de Guardiola al banquillo del club le dio un nuevo impulso a su juego. Obsesionado con la posesión de la pelota, con el toque rápido y preciso, Guardiola ha encontrado en Xavi al mejor intérprete de la laboriosa partitura que prepara durante los entrenamientos. Gracias a Xavi ha vuelto la mejor versión de Eto’o, Henry ha revivido, Messi se ha encumbrado, Iniesta es San Andrés.
Xavi ha ganado cuatro Ligas españolas, una Copa del Rey, dos Supercopas Españolas, dos Ligas de Campeones, siempre con el Barcelona. Ha sobrevivido a seis entrenadores (Van Gaal, Serra Ferrer, Rexach, Antic, Rijkaard y Guardiola); ha padecido lesiones graves, abucheos y el permanente debate de si el toque puede superar al músculo. Con la selección española ganó un Mundial sub-20 y una Eurocopa, en la que fue elegido como el mejor futbolista del torneo.
Si su apretado calendario se lo permite, Xavi va a ver a sus amigos del Natació Terrassa, un club de su localidad natal. Y entonces sueña con que el balón sale de la cancha y le llega a él un instante, justo lo que necesita para dar una cátedra de futbol.

Viejos los cerros, y reverdecen


Aunque el partido parecía intrascendente debido a que ninguna de las dos selecciones tenía posibilidades de calificar a octavos de final, el estadio de San Francisco presenció cómo Rusia y Camerún rompieron sendos registros históricos que, desde entonces, siguen vigentes. Oleg Salenko anotó cinco de los seis goles que su selección le endosó a Camerún aquel 28 de junio de 1994. El solitario gol de Camerún lo hizo Roger Milla.
En la década de 1980, el mundo se dio cuenta de que el paupérrimo y castigado continente africano no sólo tenía buenos futbolistas (las ligas francesa y portuguesa, destino de miles de futbolistas de sus antiguas colonias, ya lo sabían), sino equipos física y técnicamente bien dotados. En España 82, por ejemplo, la selección de Camerún sorprendió con un futbol alegre, vertiginoso, con jugadores curtidos en ligas europeas, pero los malos arbitrajes la sacaron del torneo sin haber perdido un solo partido. La estrella del equipo era Roger Milla, delantero del SC Bastia francés.
Estelar absoluto en su país poco tiempo después de su debut, Milla emprendió una destacada carrera en la liga francesa en la que ganó 2 Copas y una Liga de segunda división. En 1989, ya con 37 años, volvió a Camerún, y su talento le hizo ser tomado en cuenta para el Mundial de Italia 1990.
Camerún venció a la Argentina de Maradona en el partido inaugural del torneo, gracias a un cabezazo descomunal de Biyik, y luego Milla anotó dos goles contra Rumania, con lo que, a pesar de la goleada sufrida ante la Unión Soviética, los africanos se clasificaron en primer lugar de su grupo, algo nunca antes realizado por una selección africana.
En la prórroga de los octavos de final, Milla le anotó dos goles a Colombia, uno de ellos luego de quitarle la pelota al portero René Higuita, y los cameruneses, ya conocidos como “Leones Indomables”, avanzaron a la siguiente ronda, en la que la poderosa Inglaterra tuvo que recurrir a la suerte en la prórroga para echar a Camerún del torneo.
La carrera de Milla no se terminó con esa derrota. En el Tonnere de Yaoundé siguió metiendo tantos goles que Henri Michel, el entrenador francés de Camerún, desafió a la opinión pública al convocarlo a la selección para el Mundial de 1994. A sus 42 años, se decía, no estaba para el futbol de primer nivel. La actuación de Camerún en el Mundial fue mala. Tras un emocionante empate a dos contra Suecia, el equipo africano fue barrido por el Brasil de Romario. En el último partido del torneo, el ruso Salenko ya había anotado tres goles antes del descanso, pero en el minuto 47 Milla desbordó por velocidad a la defensa rusa y, ante la salida del portero, tocó el balón suavemente para hacer historia: un goleador mundialista de 42 años.
Dejó el futbol en 1996 jugando en la liga de Indonesia. Desde entonces ha ocupado cargos políticos, y ha reconocido su deseo de ser presidente de Camerún. A sus 57 años, Milla sabe que su mejor momento aún está por llegar.


El goleador más viejo de las copas del mundo
http://www.youtube.com/watch?v=94gD1TbNStU

lunes, 23 de noviembre de 2009

Ídolo de ídolos

Bochini besa la mano de su gran ídolo.
Antes de cumplir 18 años, Ricardo Enrique Bochini (Zárate, 1954), fue convencido por un veterano entrenador para ingresar a los equipos juveniles del Atlético Club Independiente. A partir de su debut en el primer equipo, ocurrido en 1972, Bochini hizo del futbol un arte mayúsculo que lo convirtió en un ídolo para los miles de seguidores de Independiente, y en un motivo para hacerse hincha de ese club.
Uno de los que se adhirieron a la bochinimanía fue un chico llamado Diego Armando Maradona.
En los 634 partidos que disputó con la camiseta de los rojos de Avellaneda anotó la respetabilísima cifra de 97 goles, pero se le recuerda especialmente por sus excepcionales pases y por su capacidad para retener la pelota y luego dinamitar las defensivas rivales con sus imparables arrancadas.
Con Independiente ganó dos campeonatos metropolitanos, dos nacionales, uno de priemera división, cinco copas Libertadores, tres copas Interamericanas y dos copas Intercontinentales. En la final del torneo nacional de 1977, Independiente jugó contra Talleres de Córdoba. Según las crónicas, el partido de vuelta (en la ida quedaron 1-1), celebrado en la cancha de Talleres, fue un robo contra los de Avellaneda. Tres futbolistas rojos, furiosos por el arbitraje, discutieron con el juez del partido y fueron expulsados. Con tres jugadores menos y un gol de desventaja, parecía que el equipo cordobés se coronaría. Pero a falta de tres minutos para el final del partido, Bochini anotó el gol que le dio el título.
Su trayectoria con la selección nacional fue pobre. No fue convocado para el Mundial de 1978, que ganó Argentina, ni para el de 1982, a pesar de que vivía su mejor momento. De no ser por un poderoso valedor que impuso su presencia en 1986, Bochini se habría despedido sin jugar un solo minuto en Copa del Mundo.
Cuando el equipo argentino estaba preparado par disputar el Mundial de México, Diego Armando Maradona le exigió al entrenador Carlos Salvador Bilardo que convocara a su ídolo de la infancia. Y Bilardo aceptó. Así, cuando faltaban cinco minutos para que terminara la semifinal contra Bélgica que Argentina ganaba 2-0 gracias a una excepcional actuación de Maradona. Bochini sustituyó a Jorge Luis Burruchaga. De lo sucedido entonces circulan dos versiones. Según la primera, el capitán argentino, confeso admirador de Bochini, lo recibió con la frase: "Dibuje, maestro". Según la segunda y más aceptada, Maradona le dijo: "Bienvenido, maestro, lo estábamos esperando". Y Bochini ganó un mundial.
En 2007, con 53 años de edad, Bochini disputó un partido oficial de las divisiones de ascenso argentinas. El Club Sportivo Barracas Bolívar lo invitó a jugar contra el Deportivo Argentino de Pehuajó, que concluyó con la victoria del equipo de Bochini.
El cantautor argentino León Gieco adaptó la letra de su mundialmente reconocida canción "Sólo le pido a Dios" para el homenaje a Bochini. La hinchada, enloquecida, le cantó en 1991: "Sólo le pido a Dios/que Bochini juegue para siempre/siempre para Independiente/para toda la alegría de la gente".

jueves, 19 de noviembre de 2009

El corazón no balcánico del balcánico Velibor


Foto: Cuartoscuro.


Yugoslavia explotó a principios de la década de 1990. De entre sus vísceras emergieron Eslovenia, Croacia, Montenegro, Macedonia, Bosnia-Herzegovina, Serbia y, apenas en 2008Kosovo ser autoproclamó independiente de Serbia (la comunidad internacional no ha reconocido oficialmente la escisión). Tan sangrienta y dolorosa ha sido la historia de Yugoslavia y de sus vecinos en la península de los Balcanes, que al desmembramiento de un país en territorios o comunidades enfrentados se le conoce como “balcanización”.

Velibor Milutinovic nació en 1945 en la ciudad serbia de Bajina Basta. Debutó como futbolista en el Partizán, y apenas tres años después comenzó el larguísimo peregrinaje que hoy, 40 años después, aún continúa. En 10 años de carrera como futbolista jugó en clubes de Yugoslavia, Mónaco, Francia, Suiza y México, además de ser integrante de la selección nacional de su país. Colgó las botas jugando para los Pumas de la UNAM, club en el que fue campeón, y pocos años después se coronó nuevamente con el equipo universitario, esta vez como entrenador (“el mejor equipo que he tenido”, asegura).

Nombrado técnico de la selección nacional de México, dirigió a los verdes en el Mundial de 1986, en el que cayeron en cuartos de final (desde entonces, ningún representativo mexicano ha llegado a esta instancia). Concluida su primera aventura en México, dirigió en Argentina al San Lorenzo de Almagro y en Italia al Udinese, e inmediatamente después continuó su increíble periplo mundialista. En Italia 90 dirigió a Costa Rica, con la que superó la fase de grupos (“¡Cómo pudimos llegar tan lejos!”, aún se pregunta). Luego lo eligieron los gringos para dirigir a su selección en el Mundial celebrado en Estados Unidos (llegó a cuartos de final), y volvió a México para un paso fugaz por la selección, durante el que se hizo famosa su frase “yo respeta”.

En 1998, Nigeria tenía equipo integrado por magníficos jugadores, pero su técnico los había abandonado. Entonces llegó Bora, convencido de que podría ganar el Mundial de Francia. No sucedió así, pero queda para el recuerdo el brillante triunfo de Nigeria ante España. Bora consiguió que China calificara al Mundial de 2002, por lo que los chinos le construyeron un monumento. Dirigió en la MLS, tomó la selección de Honduras, luego la de Jamaica, un club de Arabia Saudita y, por último, la selección de Irak, con la que trabajó en la recién disputada Copa Confederaciones.

Mientras la antigua Yugoslavia continúa desangrándose en cruentas guerras para convertirse en el mayor número posible de naciones, el corazón del técnico políglota (habla serbio, español, inglés, fracés e italiano) ha optado por crecer para dar cabida a todos los países en los que ha trabajado.

Pincharratas ilustres

Juan Sebastián Verón levanta la Copa Libertadores de América. flickr.com

Felipe Montedónica, un lustrabotas de la estación de trenes de La Plata, nació en Olavarría en 1891. Muy joven llegó a la actual capital de la provincia de Buenos Aires y de inmediato se hizo hincha de Estudiantes, uno de los dos equipos más importantes de la ciudad (el otro es Gimnasia y Esgrima). Nunca fue futbolista, entrenador o dirigente de Estudiantes, pero sí uno de sus más fervorosos hinchas. Felipe trabajaba en el mercado de La Plata, entre cuyas funciones estaba la de ahuyentar roedores con un “pincho” (aguijón o punta aguda de hierro u otra materia).Los seguidores de Gimnasia y Esgrima, en su mayoría trabajadores del ámbito carnicero, habían sido llamados “triperos” por los de Estudiantes. Conocedores del oficio de Montedónica y de su pasión por Estudiantes, les replicaron con el mote de “pincharratas”. Otra versión, más aceptada por ser aparentemente menos ofensiva, sugiere que el mote les fue impuesto porque los fundadores eran estudiantes de medicina que en sus prácticas requerían inyectar ratas.“El club me ha otorgado medallas, acceso libre a la cancha y a la sede. Inclusive me dan algo de plata”, decía Montedónica en 1980, “pero mi mayor orgullo es que en la sala de trofeos de la institución luce mi retrato para el recuerdo de todos mis amigos, los que me conocen y los nuevos que se van acercando y que se los bautiza con mi apodo”.Hay otro apellido ilustre para los pincharratas: Verón. Juan Ramón, apodado “La Bruja”, era la estrella del club en la década de 1960, en la que ganó tres Libertadores, una Intercontinental (en casa del poderoso Manchester United) y una Interamericana. “Si ves una bruja volar en una escoba, ése es Verón, Verón que está de moda”, le cantaba la hinchada pincharrata. El 8 de marzo de 1975, “La Bruja” anotó el gol que dejaba el marcador empatado a tres en el clásico contra los triperos. Al día siguiente nació Juan Sebastián, su hijo (la leyenda cuenta que nació el mismo día del clásico, y que el entrenador no quiso desconcentrar a “la Bruja” con la noticia). Juan Sebastián debutó en Estudiantes, descendió a la segunda división, ascendió al año siguiente, fue transferido a Boca Juniors, forjó una exitosa carrera en Europa (ganó cuatro Copas de Italia, tres Supercopas de Italia, una Liga de Italia y una Liga de Inglaterra) y, según sus propias palabras, harto de deambular “como gitano” entre Génova, Parma, Roma, Manchester, Londres y Milán, en 2006 rechazó cuantiosas ofertas económicas para regresar a Estudiantes “por amor a la camiseta”. El club fue campeón en el mismo semestre de su retorno. El pasado 15 de julio, Estudiantes obtuvo su cuarta Copa Libertadores tras vencer como visitante al Cruzeiro de Brasil con una magnífica exhibición de la Brujita, 39 años después del último título levantado por su padre. Los Verón han ganado cuatro Libertadores, pero aún no consiguen lo que Montedónica: transmitir su apodo a una pasión que mueve multitudes.




Los leones

Foto: AP. Joseba Etxeberria, capitán del Athletic, festeja un gol conseguido en la Liga Europea, anteriormente llamada Copa UEFA.

El nombre del estadio escenario da pistas de la capacidad de sufrimiento de los que cada quince días lo abarrotan con camisetas rojiblancas. Hijo de Teodoto y Rufina, mártires cristianos en lo que hoy es Turquía, Mamés (el amamantado) sobrevivió a diversos tormentos cuando era muy joven para obligarlo a renunciar a su fe. Se dice que fue arrojado a los leones y que éstos, en lugar de matarlo y devorarlo, se sometieron a sus órdenes, por lo que sus perseguidores le atravesaron el abdomen con un tridente, en el año 275, cuando tenía apenas 16 años. El nombre de San Mamés fue tomado por un orfanato de la ciudad vasca de Bilbao, y en 1913, cuando se construyó el estadio para el Athletic Club (fundado en 1898), el orfanato lo transmitió al nuevo inmueble, y a los jugadores del club los conocen como “los leones”.El Athletic Club estaba integrado originalmente por ingleses y vascos, pero luego de penosas discusiones sobre la legalidad de los extranjeros en el equipo, en 1912 se tomó una medida radical que aún hoy sobrevive: sólo jugarían en él vascos.La definición de “vasco” no está clara, y ha sido motivo de muchas controversias cuya consecuencia, en no pocas ocasiones, ha sido el derramamiento de sangre. Para el Athletic, son vascos todos los nacidos en Euskal Herria (Álava, Vizcaya, Guipúzcoa y Navarra, en el Estado español, y Baja Navarra, Labort y Sola, en Francia); los descendientes de vascos; los criados en Euskal Herria, o los futbolistas formados en las fuerzas básicas del club.La fidelidad a esta tradición que tanto enorgullece a los seguidores de los leones les ha acarreado una gran desventaja con respecto al resto de los equipos de la liga española. Imposibilitados de fichar “extranjeros”, el Athletic se ha limitado a ver desfilar campeones, a intimidar con el espectacular rugido de su afición en San Mamés (también conocido como “La catedral”) y a poner sabor a la liga española, pero nada más, desde mediados de la década de 1980.En 1984 ganó su último trofeo, la Copa del Rey, derrotando al poderoso FC Barcelona de Diego Armando Maradona, y hace unos meses perdió la final de ese torneo contra el poderoso FC Barcelona de Lionel Messi. Un cuarto de siglo es demasiado tiempo sin ganar un título para un equipo cuyo palmarés lo hace ser considerado un “grande” (ha ganado ocho Ligas de España, 23 Copas del Rey y una Supercopa de España), y aunque se ha puesto a discusión la conveniencia de trasladar el nacionalismo vasco al club ha triunfado la idea de mantener la identidad a pesar de las graves limitaciones que impone su filosofía. Lejos de obtener títulos, el club incluso ha rozado la segunda división, aunque nunca ha descendido (junto con el FC Barcelona y el Real Madrid, es el único equipo que desde su fundación se ha mantenido en la máxima categoría).San Mamés fue asesinado a los 16 años por no abandonar su fe, y el Athletic lleva casi 100 años con la suya ¿Cuánto podrá resistir?


The Kop

Foto: AP.

En 1900, la Gran Bretaña estaba enfrascada en una guerra contra un grupo de europeos nacidos en África que despojaron de tierras y riquezas (muchas riquezas) a los negros originarios del extremo sur del continente. En la colina conocida como Spion Kop, los británicos y los boers disputaron una sangrienta batalla que concluyó con cerca de mil soldados británicos muertos, entre ellos alrededor de 300 originarios del puerto de Liverpool.El Liverpool FC obtuvo en 1906 su segunda liga inglesa, y como parte de la celebración se agregó una tribuna al ya entonces viejo estadio de Anfield Road. Ernest Edwards, un periodista que visitaba el estadio para verificar el avance de las obras, creyó ver en la tribuna a medio construir la forma de la montaña que había costado tantas vidas inglesas en Sudáfrica, Spion Kop, y la flamante edificación recibió este nombre, aunque luego fue reducido a “The Kop” (en afrikáans, la lengua de los boers, “kop” significa “colina”).The Kop ha celebrado 16 Ligas de Inglaterra (Liverpool ha ganado 18, pero dos son anteriores a The Kop), siete Copas de Inglaterra, siete Copas de la Liga inglesa, 15 Community Shield, cinco Copas de Europa (o Ligas de Campeones), tres Copas UEFA y tres Supercopas de Europa, pero su peculiaridad, al margen de ser una tribuna acostumbrada a grandes logros, son los valores que encarna, muy alejados de los que profesan los hooligans que han sembrado pavor y muerte en todo el mundo.Los mandamientos para los que acuden a The Kop son: nunca abandonar el estadio antes de que concluya el partido; aplaudir al equipo al concluir cada periodo de juego sin importar el resultado o el rendimiento del equipo; recitar los nombres de los jugadores del Liverpool; aplaudir al portero rival; llevar banderas del club, pero no banderas de Inglaterra; aplaudir al rival si ha merecido la victoria, y nunca burlarse o abuchear a los aficionados rivales (excepto cuando son del Manchester United). Pero las cosas cambian. Actualmente, el ala radical de The Kop vive una grave crisis existencial. Los viejos kopistas no entienden los gritos racistas, las burlas y las agresiones que profieren los más jóvenes contra futbolistas y aficionados rivales, por lo que está en marcha una campaña para recuperar los viejos valores de la tribuna. El himno del Liverpool, “You’ll Never Walk Alone” (“Nunca caminarás solo”), es una canción de los años cuarenta que se entona con fervor religioso desde todos los rincones de Anfield, pero The Kop tiene sus propios himnos. El máximo goleador en la historia del club es el galés Ian Rush. En su honor, The Kop compuso una canción que cuenta la historia de un soldado inglés que, cuando era acribillado por los nazis, decía que él vivía en The Kop cantando "Rush marcó uno, Rush marcó dos, Rush marcó tres... Rush marcó el cuarto".En 2011, Anfield será demolido, y el Liverpool estrenará estadio. Se habla de que se transplantará el césped en el nuevo recinto, pero los kopistas pretenden, por sobre todas las cosas, sembrar sus valores en la nueva tierra del Liverpool.

Con Fortuna de espaldas

Foto Cuartoscuro.


Cuando Ramón Morales abandonó la cancha juego, al minuto 73, el “Gooooya” y el “cómo no te voy a quereeeeeeeeer” se fueron apagando mientras partía de las tribunas el clamor “a-se-si-no, a-se-si-no”, como si los 70 mil presentes ese cálido mediodía de junio descubrieran la presencia de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría o George W. Bush mancillando el Estadio Olímpico Universitario. El público de Pumas recibió así a Jesús Ramón Ramírez Ceceña (Tepic, 5 de diciembre de 1969) en la final del Clausura 2004.La carrera de Ramírez estuvo marcada por el infortunio. Debutó en 1990 con el Santos Laguna, y muy pronto llamó la atención de César Luis Menotti, entonces técnico de la selección. Se le auguraba una trayectoria de crack. El 15 de diciembre de 1991, Carlos Alberto Carrillo, mediocampista del América, le rompió una rodilla. Le pronosticaron dos meses de recuperación, pero la lesión estuvo tan mal atendida que se le pudrió la zona afectada y tuvo que ser operado. Perdió nueve meses. Su verdugo, que apenas debutaba en ese partido, nunca más apareció en la primera división. Ramón jugó su primera final en 1994: Santos perdió contra los Tecolotes de la UAG. En el mundial de 1994, Ramón era la gran esperanza del equipo mexicano. El entrenador Miguel Mejía Barón lo hizo jugar de defensa a pesar de las reticencias del propio Ramón, y su aporte en el torneo fue mucho menor al esperado.Cuando era idolatrado en Torreón se fue a jugar a las Chivas. Los aficionados del Santos, heridos por unas presuntas declaraciones a la prensa según las cuales nunca le gustó La Laguna, lo repudiaron hasta el final de su carrera. En cada partido que disputó Ramón en el Corona, una rechifla estremecía el estadio y muchos litros de diversos líquidos volaban buscando impactar en el traidor.Con Chivas ganó su primer título en 1997, y al año siguiente perdió una final. Luego de muchos años tristes, las Chivas por fin tenían un ídolo. Pero la Promotora Deportiva Guadalajara, acuciada por las deudas y la ambición, decidió vender a Ramón al mejor postor: el América. Ramón se fue a Coapa, donde su futbol resultó tan intrascendente que la directiva crema lo transfirió a Tigres. Con la selección ganó la Copa Confederaciones de 1999, y las copas de Oro de 1993, 1996 y 1998. El 11 de diciembre de 2000, la camioneta en la que viajaba se estrelló contra un Dodge, muy cerca de Guadalajara. Ramírez se fracturó el tobillo derecho, y su esposa y su hija resultaron con múltiples golpes. Dos niños y una mujer que viajaban en el Dodge fallecieron. Si bien volvió las canchas, Ramón se quedó muy lejos del brillante mediocampista que había asombrado México a principios de la década de 1990.Con Tigres llegó a la final en 2001, y la perdió. Luego regresó a Chivas. El 13 junio de 2004, sustituyó a Ramón Morales en la final del Clausura, y el público de CU le recordó el trágico accidente vial. Las Chivas perdieron. Unos meses después se fue a las Chivas USA y, al poco tiempo, lesionado, dio fin a su carrera.El palmarés de Ramón Ramírez no estuvo acorde a su gran calidad; su infortunio, sí.


Pep

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En 1986, los diarios catalanes publicaban la fotografía de un flacucho recogebolas del Camp Nou que celebraba como suyo el acceso del FC Barcelona a la final de la Copa de Europa. Con los años, ese adolescente se convirtió en uno de los grandes referentes del barcelonismo, en el máximo representante de una idea futbolística admirada en todo el mundo. Recogió veneración, trofeos, medallas, moretones y, luego de 11 años en el primer equipo, dejó el brazalete de capitán y se fue a Italia. Vivió en Qatar, descendió a la primera división A en México, pasó largas noches tratando de demostrar que nunca consumió sustancias ilegales y, finalmente, en 2007 regresó a casa. Josep Guardiola volvió al FC Barcelona sin estruendo. Lo esperaba un grupo de jóvenes talentosos que soñaban con llegar algún día al primer equipo. Su primer trabajo fue hacerlos conscientes de su realidad: no eran más un grupo de muchachos de tercera división (en realidad, cuarta; en la liga española hay primera, segunda, segunda b y tercera). Y aunque su trayectoria como jugador lo había convertido en un ídolo para muchos de ellos, también lo dejó claro: era un entrenador de tercera. Y nada más. Se gastó buena parte de su sueldo (de tercera) en pagar comidas y festejos para los chicos después de cada tres partidos ganados consecutivamente. Antes de que concluyera la temporada, Frank Rijkaard, el artífice de un equipo que tocó el cielo de París con la consecución de la segunda Liga de Campeones del Club, estaba sentenciado a salir del club luego de dos temporadas desastrosas. Y las miradas se dirigían al banquillo del equipo líder de la tercera división, donde Guardiola y sus chicos demostraban que estaban listos para dejar de ser de “tercera”. Era líder general y se preparaba para afrontar la liguilla de ascenso, pero el entrenador nunca se desentendió de su responsabilidad a pesar de haber sido nombrado comandante del primer equipo. Y justo el día en que nacía su tercera hija, el presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, lo buscó en el hospital y le ofreció hacerse cargo del primer equipo, que llevaba dos años sin ganar títulos.
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Era lento y frágil. Anotaba pocos goles y son escasos los regates que se le recuerdan. Pero cuando tocaba la pelota en las inmediaciones del círculo central su equipo jugaba a una velocidad que casi siempre daba vértigo a sus rivales. Desde que Johan Cruyff, la máxima deidad blaugrana, le inventó un sitio en el equipo que encandiló el mundo a principios de la década de 1990, Guardiola fue uno de los referentes fundamentales de un juego espectacular en el que la técnica y la inteligencia vencían a la fuerza. Así ganó la Copa de Europa de 1992 (la última edición del torneo con ese nombre, posteriormente llamado Liga de Campeones) contra la Fiorentina.Ganó seis ligas, dos Copas del Rey, cuatro Supercopas de España, una Copa de Europa, una Recopa de Europa y dos Supercopas de Europa con el Barcelona. También conquistó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1992 representando a España.
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Una lesión crónica de los isquiotibiales y otras dolencias le impidieron participar en dos Mundiales, y sólo pudo disputar el de 1994. En 2001, luego de graves problemas internos del FC Barcelona, Guardiola abandonó el club de sus amores. Tenía claro que nunca jugaría en otro equipo de la liga española, por lo que escuchó ofertas del extranjero. Estuvo a punto de enrolarse en el Manchester United, en el Juventus y en el Inter, pero su fichaje nunca se concretó. Finalmente aceptó una oferta del modesto Brescia, en el que fue factor determinante, junto con Roberto Baggio, para que el club no descendiera. La afición del pequeño club lo adoró por su calidad, su técnica y sus exquisitas maneras.
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El 21 de octubre de 2001, la prensa italiana anunciaba que Guardiola había consumido nandrolona, un esteroide utilizado por algunos deportistas para incrementar la masa muscular. Además de Guardiola, los holandeses Jaap Stam y Edgar Davis, también ilustres del calcio, fueron acusados de consumir esta sustancia. La noticia sacudió el futbol mundial por la trascendencia de Guardiola, un hombre cuya conducta en los terrenos había sido siempre intachable, y era admirado y reconocido por aficionados, compañeros y rivales. La justicia deportiva lo suspendió por cuatro meses y le impuso una multa de 50 mil euros. Cumplida la suspensión, regresó a las canchas, pero se comprometió a demostrar su inocencia. En 2005, cuando jugaba en Qatar, la justicia civil lo condenó a siete meses de prisión, aunque no fue encarcelado porque no tenía antecedentes penales. Fue contratado por el Roma, pero Fabio Capello, entonces entrenador del equipo de la capital italiana, no contó para él (antes de dirigir la final de la Champions en el estadio Olímpico de Roma, Pep declaró sin rubor que conocía más el banquillo que la cancha del inmueble). Y volvió a Brescia.Probó el exotismo del multimillonario cementerio de elefantes de Qatar donde compartió canchas con otros históricos como Fernando Hierro y Gabriel Batistuta. En su largo exilio de Cataluña, Guardiola se concentró en preparar su futuro y limpiar su pasado. Pasó innumerables noches estudiando derecho deportivo, química y fisiología para demostrar su inocencia y disipar cualquier sospecha sobre su intachable trayectoria.Cuando pensaba en el retiro y en dedicarse a labores directivas en el Barcelona, su amigo Juan Manuel Lillo le pidió ayuda para evitar el descenso a la primera división A (segunda) de los Dorados de Sinaloa, en México. Su lealtad lo hizo ponerse a trabajar en el medio campo de un club sin tradición en México, en un clima inhóspito, en un futbol irregular y de manejos sospechosos. Su equipo descendió, y Pep declaró que si bien la cabeza y el corazón le pedían seguir, las piernas ya no le respondían. Y volvió a casa.

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En su primer año como entrenador del primer equipo, Josep Guardiola i Sala ha conseguido algo sin precedentes: ganó la Liga española, la Copa del Rey y la Liga de Campeones de Europa, lo máximo a lo que aspira un equipo que compite en España. Pero su repercusión ha trascendido el ámbito de los trofeos. El FC Barcelona ha conquistado por un estilo identificable, admirado y envidiado en todo el mundo.Acostumbrados a ser víctimas de la grandeza y los títulos del Real Madrid; exigentes desde que Cruyff impusiera el canon futbolístico azulgrana; intolerantes ante los más pequeños fracasos, los aficionados del Barcelona disfrutan hoy el futbol más espectacular del mundo con base en jugadores criados en las fuerzas inferiores del club: Messi, Iniesta, Puyol, Piqué, Valdés, Busquets (uno de sus chicos “de tercera) y, sobre todo, Xavi Hernández. La elegancia, la técnica exquisita y la búsqueda permanente de la portería rival convierten cada partido del Barcelona en un verdadero festival, en un tremendo ejercicio de fantasía, en la materialización del ideal futbolístico.
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La justicia deportiva y la justicia civil han exonerado completamente a Guardiola. Es decir, aceptaron que nunca hizo trampa para tener mayor rendimiento en la cancha. Su esfuerzo fructificó.


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El entrenador “de tercera” es hoy el mejor del mundo.